El contexto sanitario impuesto por la pandemia impuso condiciones pedagógicas que complejizaron, aún más, los escenarios educativos. Sin embargo, esta coyuntura expuso falencias preexistentes: ¿se puede aprender en estas trayectorias signadas por la discontinuidad (producto de situaciones de conflictividad gremial, del colapso edilicio de muchas instituciones, de las condiciones sanitarias)? ¿Qué tan válidos son estos recorridos? ¿La bimodalidad es un paliativo o una modalidad que llegó para quedarse? ¿Cómo se pueden verificar estos aprendizajes? ¿Cómo resolver la acreditación? Aquí es donde entra en juego un concepto tan estudiado como polémico: la evaluación.
Consideramos que una posible respuesta ya se encontraba en los diseños curriculares y en los proyectos: la evaluación formativa. Anijovich (2017) la considera como una de las características presentes en las buenas prácticas, además de otras que retomaremos en este seminario: la relación y coherencia entre las prácticas de enseñanza y los instrumentos de evaluación, la retroalimentación, el uso de variedad de instrumentos, la evaluación de los procesos, la construcción conjunta de criterios entre docentes y estudiantes y la autoevaluación; todas estas, a su vez, constituyen estrategias que favorecen el desarrollo de habilidades metacognitivas necesarias para formar (nos) como aprendices expertos, tanto docentes como estudiantes.
Nos interesa proponer un espacio para problematizar las diferentes miradas que se tienen sobre la evaluación, ofreciendo un marco de trabajo en el que el aprendizaje requiere de la interacción con otros y de la influencia social para la construcción del conocimiento y habilidades transferibles a sus prácticas.

- Profesor: Paula Bartel
- Profesor: Silvina Eugenia Borgia
- Profesor: Gabriela Edith Roa
- Profesor: Carolina Toledo